Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero
.
.
Observando el paso del sol por el meridiano, para el cálculo de la latitud.
.
.
Carta nº 19
.
.
Quizás lo más espectacular de la llegada por mar a Buenos Aires sea la navegación por el río de la Plata. Su desembocadura es de tal extensión, que después de navegar horas en demanda del puerto, no se ven las orillas. Da la impresión de encontrarte en un mar de chocolate con leche, que poco a poco va oscureciéndose a medida que nos acercamos a la ciudad del Plata.
.
.
Quizás lo más espectacular de la llegada por mar a Buenos Aires sea la navegación por el río de la Plata. Su desembocadura es de tal extensión, que después de navegar horas en demanda del puerto, no se ven las orillas. Da la impresión de encontrarte en un mar de chocolate con leche, que poco a poco va oscureciéndose a medida que nos acercamos a la ciudad del Plata.
.
Las autoridades de inmigración, sentadas tras
una mesa alargada en el comedor de primera clase, con sus tampones y sellos, van
desgranando la personalidad de cada pasajero. Los pasaportes en pilas de a
diez, son escrutados uno por uno delante de los interesados. Sus nombres,
lanzados a voz en grito, van abriéndose paso entre los murmullos de las tres
grandes colas. Sus rostros reflejan la inquietud que les producen los uniformes
azules y el cansancio de la vigilia. Se suceden las preguntas una y otra vez
referidas a la salud, no importa si son o no analfabetos, importa lo físico. Se
examinan los tórax sobre la marcha. Hay miedo a la tuberculosis, algunos son
apartados de la fila y no se les devuelve el pasaporte. Les esperan los rayos X
en las dependencias de la sanidad en el puerto. Vuelven los llantos y el miedo.
A los que colaboramos nos invade cierta pena, sabedores de lo que han pasado
para llegar a la fecunda y rica Argentina.
.
Las dos brasileñas descienden por la escala
sin pasar el trámite. Son turistas. La noche anterior a la llegada tuvimos
nuestra particular despedida con promesas, direcciones, teléfonos y toda clase
de arrumacos, arrullados por los destellos de la Cruz del Sur.
.
Finalmente el barco se queda sordo, pero por
poco tiempo. Despedido todo el pasaje a los acordes de un pasodoble, da
comienzo a las pocas horas la invasión turística de criollos y españoles afincados
en el país, que quieren visitar el barco y comprar cualquier cosa que venga de
España y especialmente bacalao, por el cual harán largas colas para hacerse con
una hoja. ¡Termina el romanticismo y da comienzo el negocio¡
.
Nuestro camarote se convierte en una verdadera
tienda al detall. Sobre nuestras camas y a modo de mostrador, mantillas
españolas, medias americanas, crema “Ponds” radios japonesas, tijeras de
Vitoria, navajas de Albacete, conservas gallegas... se entremezclan en absoluto
desorden. Los conjuntos de perlón hacen perder la cabeza a alguna fémina.
Tenemos que abandonar el camarote para que se prueben...otras veces, no. Todo
esto tan solo son baratijas que representan una parte de nuestras ventas. El
plato fuerte será el tabaco y el whisky, pero para eso hay que esperar a que la
policía se lleve su parte, en manera de poder bajar el “principal” y trabajar
con tranquilidad. En cierta ocasión dejaron sus pistolas en el camarote y se
llevaron todo el tabaco con la promesa de pagarnos al recogerlas. Lo hicieron
para que nos confiáramos. Regresaron a por ellas y se largaron sin pagarnos un
céntimo. Alguien dijo una vez:
.
“El
dinero va y viene”. Desde luego no en este caso.
.
Lo primero que descargamos fue la rueda del
afilador. Era como un muñeco roto colgado del cable de la grúa. Más tarde
comienza la descarga de mercancías, que se interrumpe con la llegada de una
camioneta con soldados armados. Se colocan en las inmediaciones de la bodega
número dos, de la que sale una caja de madera de regular tamaño. Todo el mundo
está expectante por ver que sucede con la caja, cuyo contenido se ha mantenido
en el más absoluto secreto desde que se cargó en Bilbao. Finalmente, la caja es
rodeada por los soldados y es cargada en la camioneta. Algunos de ellos suben
al vehículo que parte seguido de un coche de la policía. A los pocos minutos el
Primer Oficial nos comunica que allí van más de quince millones de pesetas en
azafrán.
.
Pablo
.
(continuará)
.
.
Foto:
Observando
el paso del sol por el meridiano, para el cálculo de la latitud.