Pablo Romero Montesino-Espartero

Pablo Romero Montesino-Espartero
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Camarote desde donde fueron escritas algunas de estas cartas-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Con este blog pretendo ir recopilando las cartas escritas por mi hermano Pablo Romero M-E, dirigidas a la familia, durante sus primeros años de navegación tras terminar su carrera de Marino Mercante allá por el final de la década de los años cincuenta, principio de los sesenta-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------.

martes, 22 de julio de 2014

MESSINA

Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero
 
 
A bordo del Sincerity como Primer Oficial 1965

 
                
Carta nº 44 

                                                                        De una carta a la familia

 
    El pasado día 29 cruzamos el estrecho de Messina. Como tantas otras veces, lancé al agua una botella con una carta para vosotros. Como el tiempo era bueno y la mar en calma, estoy seguro de que algún pesquero se haría cargo del correo. Dentro de la botella iban dos paquetes de cigarrillos sueltos y un billete de 500 liras para el franqueo. Quiero recordar, que hace dos años recibisteis una carta mía echada al agua y que había tardado casi un año en llegar a vuestras manos. Esperemos que a ésta, las corrientes la traten mejor.

    He pasado el estrecho en múltiples ocasiones, pero nunca me había impresionado tanto como ésta última. Era el amanecer de un día diáfano de una visibilidad extraordinaria que nos permitía ver el coloso de Sicilia cubierto de un inmaculado manto de nieve. De su cráter un penacho blanco de humo se elevaba a gran altura como avisándonos de que sólo está dormido.

    La navegación a lo largo de la costa norte de la isla te permite contemplar en toda su grandeza sus montañas recortadas en el añil de un cielo límpido y profundo, en contraste con el azul  oscuro de la mar rizada y hermosa que se interpone entre nosotros y la costa. Por el costado de babor y durante la noche anterior, la isla de Stromboli nos ofreció el incomparable espectáculo fantasmagórico de sus explosiones esporádicas, iluminando el horizonte por el norte, como si de  un faro de la antigüedad se tratara. La última vez que pasé cerca de esta isla lo hice entre el pequeño islote de Strombolichio y la costa de Stromboli. En aquella ocasión las cenizas del volcán nos caían en la cubierta del barco como pavesas apagadas. Fue algo que recordaré siempre.

A medida que nos acercábamos al estrecho, fueron corriendo hacia popa, una tras otra, las islas de Vulcano, Lípari y Salina. De la primera se pasa a menos de media milla y aparece a la vista como un enorme cono volcánico  de color grisáceo de gran belleza, saliendo de la mar azul Las rompientes de su lado sur, le dan un realce mayor, al salpicar de blanca espuma su costa acantilada, oscura y  despoblada de vegetación. Con nuestra proa puesta en la costa de la península, corremos al largo hacia el este, buscando el camino que deberá permitirnos pasar entre Sicilia y el continente. Da la impresión de que el paso no existe y que nos dirigimos hacia unos acantilados contra los que indefectiblemente estrellaremos nuestro barco si no paramos las máquinas. Cuando Scilla apareció nítida a nuestros ojos y los relieves de la cueva en la que Ulises se refugió al oír los cantos de sirena, fueron tomando forma, yo también escuche esos cantos, pero ni un grado varió el rumbo de mi barco, quizás fuera porque Ulises no llevaba como nosotros, timón automático.
 
Poco a poco, el punto azul del agua separando las dos costas se fue convirtiendo a medida que nos dirigíamos a él, en una línea divisoria de mar por donde el Sincerity tenía que pasar del mar Tirreno al Jónico.
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    El sol fue elevándose tras las montañas calabresas, mientras a nuestra derecha los edificios de la ciudad de Messina cambiaban de color, pasando del violáceo al rosado y de éste al blanco más puro. Por nuestra proa los overcraft, elevados sobre sus patines, parecían volar sobre el agua, llevando del continente a la isla a pasajeros enclaustrados pero cómodamente sentados en sus asientos de plástico.
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    Por la amura de estribor, Taormina se nos apareció de entre las aguas como queriéndonos decir que no pasáramos  de largo sin visitar su histórica ciudad. Nuestro barco impertérrito y sin haber escuchado de este lado del estrecho, más sirenas que las de los ferrys que lo cruzaban, se dirigió a paso lento pero seguro hacia el cabo Spartivento buscando el Adriático y el puerto de Ravenna cuna del Dante.
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                                                                     Mar Jónico, Noviembre de 1965
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Pablo

martes, 8 de julio de 2014

DE RUSIA CON AMOR

Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero



 
 
  
Carta nº 43
                                                           De una carta a la familia

 

    Llegamos sin novedad a este puerto de Ganha en donde llevamos cuatro días cargando cacao para Ámsterdam.
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    Estoy cansado y aburrido de Africa. Este calor agobiante acaba por deprimir a cualquiera. Pierdes noción del tiempo y de las estaciones...menos mal que Dios aprieta pero no ahoga (aunque...¡coño¡, tampoco afloja).
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    Ayer estuve bailando en una “sala de fiestas” de la localidad. El baile consiste en coger de la mano a tu pareja y en círculo ir caminando con ella a tu lado dando dos pasitos con el pie derecho y uno con el izquierdo. Resulta cómico ver a un blanco con una negra haciendo lo que yo he bautizado como el “pasemisin”. La mayoría tienen unos cuerpos esculturales, pero casi todas llevan peluca y cuando se la quitan o se les desplaza, se te caen los palos del sombrajo.   
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    Hemos coincidido en este puerto con el San Salvador -mi anterior barco antes de ascender a Primer Oficial -y que viene de Novorosisk (Rusia) en el Mar Negro. Me han venido a visitar todos los marineros demostrándome un afecto que nunca supuse pudieran tener por mí. Me han regalado varios libros  traducidos al castellano y una botella de vodka ruso. A bordo  ha sorprendido también la visita de la tripulación  del San Salvador casi al completo. Francamente me emocionó verlos a todos subir por la escala real, saludándome ya de lejos cuando aún no habíamos dado cabos a tierra. El contramaestre me dijo que aunque hubieran estado a cinco kms. de distancia un barco del otro, habría venido a saludarme.
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    Me han contado cosas interesantes del viaje y de la vida en la Unión Soviética.
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    El Segundo Oficial que me relevó, también vino a verme y me relató su historia triste con una estudiante rusa que trabajaba como bibliotecaria por las tardes en un club estatal para marinos.
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    Este chico dejó la carrera de Ingeniero en tercer año para hacerse marino y ella estudia filosofía y letras.
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    En ese club van chicas que entretienen a los marinos, bailan, charlan y hacen propaganda del sistema soviético. Todas están vigiladísimas por una comisaria política. Las preparan para vender el ideario comunista a las tripulaciones extranjeras. Muchas de ellas son contrarias al sistema y no creen en absoluto las cosas que los marinos extranjeros cuentan del mundo occidental.
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    Descrita por él como un ángel de cabellos rubios, excelente  cultura, además de guapísima, estaba siempre sola sentada en un butacón  leyendo. Un buen día se acercó a ella con objeto de pedirle un libro, excusa que le sirvió para entablar conversación en inglés. Hablaron de todo, aunque en manera muy reservada respecto a las cuestiones soviéticas. No creía en nuestra libertad, ni en la facilidad de adquisición en Europa de productos como vestidos, cosméticos, aparatos domésticos, automóviles etc. y menos aún, que él estuviera soltero a los veintisiete años.
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    La invitó varias veces a acompañarla después de su trabajo a lo que siempre se negó rotundamente, no porque no lo deseara, sino porque era peligrosísimo para ella. Cada vez que intentaba una caricia o cogerle las manos, le pedía casi llorando que no la hiciera sufrir. El último día le dijo que solamente le pedía un beso de despedida.
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“Se me iban las manos sin querer en dirección a las suyas; era una atracción irresistible, que sólo me frenaba el miedo a que  la pudieran castigar”, dijo.
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    Por último le habló de matrimonio y que estaba dispuesto a llevarla a España, de la que tanto le había contado en el transcurso de las dos semanas que estuvieron viéndose. No creía en su sinceridad y menos aún en la posibilidad de conseguir un pasaporte para salir de la Unión Soviética.
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    La última noche le sorprendió con sus palabras:
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“Arturo, esta noche me acompañarás hasta mi casa y pase lo que pase nos besaremos una y mil veces”.
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   Siguiendo sus instrucciones la esperó lejos de la puerta del club. La cogió de la mano y echaron a correr hasta  la parada del autobús.
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   “Llegamos sin respiración”, me contó.
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   Cuando subimos al autobús, nos encontramos a la comisaria que nos estaba esperando en él.
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    En un perfecto español me dijo:
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    “Haga el favor de regresar a su barco”. Ni una palabra más, ni una palabra menos. Después se dirigió a ella en ruso y la invitó a  subir al autobús.
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    Al día siguiente salieron a la mar. Desde Turquía la escribió y no ha recibido contestación alguna.
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    Es un buen chaval y está obsesionado con la vela.   Quiere que hagamos juntos la travesía del Atlántico en un barco que tiene en Galicia.
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                                                          Puerto de Tema (Ganha), 30 de Enero de 1965
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Pablo